viernes, 8 de enero de 2016

Lucha libre… ¿Realidad o fantasìa?... Ambas


Por. Alberto Alejandro Meza.

Nuevamente los saludo “Finisterrìcolas”, con el placer de escribir acerca del rudo deporte de las mascaras y las cabelleras. La semana pasada comentaba acerca de lo fantástico y especial que es introducirse al mundo de la lucha libre.
¿Pero por qué pasa esto?
Pues bien, visto desde un punto de vista científico la lucha libre mexicana es un fenómeno sociocultural de gran trascendencia y es por esta razón que le dedicamos tiempo para investigar todo lo relacionado con este rudo pero apasionante deporte.
Para muchos, las luchas, son tan sólo un desmadre, pero para muchos conocedores, es sabido que en las arenas de todo el país surgen personajes que cada semana combaten arriba de los cuadriláteros. Luchan entre rudos y técnicos, la denominada eterna lucha del bien contra el mal mencionada en culturas milenarias, es escenificada en los cuadriláteros, aunque cabe destacar que nuestra lucha es la única en el mundo donde el mal se enfrenta al mal, el bien al bien, o el bien se convierte en el mal y viceversa.

La lucha libre se rodea de situaciones reales y fantásticas, por lo cual, para la gente que no conoce este deporte, sólo se trata de un teatro o un circo, muchos creen que los luchadores profesionales únicamente le hacen a la mamada, piensan que los golpes, llaves y caídas son falsos, y que los combates son previamente arreglados. Sin embargo, para el conocedor de este deporte, lo anterior carece de importancia, la lucha libre es un deporte de interpretación donde lo que se juzga es el desempeño de los atletas en la representación de sus personajes, ya que éste último punto es de gran importancia, ya que sin los personajes, la lucha libre mexicana tal vez no existiría.

Para conseguir esta labor de convencimiento, el luchador se entrena en el gimnasio, llevándose unas chingas enormes, (Y vaya que son chingas, yo lo sé muy bien). El objetivo de los extenuantes entrenamientos es soportar golpes que podrían causar alguna lesión a quien no tiene la preparación necesaria. La carrera de un luchador se forma a base de una estricta disciplina en el manejo de la lucha cuerpo a cuerpo, llaveo y contrallaveo, los lances, la elasticidad, las pesas y el manejo de su cuerpo para expresarse ante el público. Pero lo anterior no lo es todo, hace falta un elemento fundamental, con o sin máscara de por medio: Desarrollar un personaje.

El aficionado se emociona con las peligrosas evoluciones, grita, se angustia, ovaciona o manda al demonio al luchador que no le cae bien o que no lo satisface con sus evoluciones, sin olvidar que el espectador también gusta y disfruta de una buena exhibición de lucha clásica, también llamada a ras de lona, de esta manera el deporte espectáculo ha permanecido vigente hasta la actualidad, pero también ha evolucionado, y cosechado una gran cantidad de adeptos no solo en México sino en todo el mundo.

Pero vale la pena mencionar, que además del gimnasio y la preparación; el luchador se construye con un aspecto carnavalesco y simbólico que adhiere un halo mágico y fantástico a la lucha libre mexicana en particular. Todo esto se manifiesta en las máscaras, en las vestimentas, en el porte, los gestos y el misterio de un luchador que interpreta a un personaje mítico. Ellos, los luchadores, se convierten en los héroes del público que asiste a las arenas y que es testigo de cómo se van desarrollando estas trayectorias, donde un muchacho del gimnasio se vuelve el ídolo de la multitud.

La lucha libre mexicana es entonces un fenómeno que se desarrolla como práctica social donde afloran muchas ideas, valores y sentimientos con los que mucha gente resulta impactada tras asistir a las funciones de lucha libre.

Muchas veces la lucha se centra en la construcción del personaje para presentarse en los encordados, así que el ser luchador no sólo consiste en entrenar, prepararse, aprobar el examen para obtener una licencia y subirse a un ring a madrearse al contrincante, es más que eso, el luchador surge gracias a que el aficionado que acude a las arenas de lucha cree en lo que está viendo y cree en los personajes.

Entonces, la lucha libre es real, en sus entrenamientos, en la preparación que exige, en el saber aplicar llaves y zafarse de ellas, es verdadera en los lances suicidas y espectaculares, en los combates, golpes, caídas, odios, rivalidades, en la competencia deportiva, en las luchas de apuestas y la vez es fantasía, porque se desarrolla en un entorno diferente y lejano a nuestras civilizaciones, entrar a una arena de lucha es cómo llegar a “Oz”, a “Nunca Jamás” o a “La Tierra Media”. Es transportarse a ese mundo utópico donde el luchador debe de tener una doble personalidad y hasta tener una excelente capacidad histriónica para representar de manera fidedigna su personaje, transformarse en otro ser, en un ente mitológico, fuerte y poderoso capaz de derrotar a sus oponentes y a la vez agradar al publico, o en su defecto ganarse el odio y el abucheo del aficionado. Doble tarea para el luchador.

Éste ultimo aspecto es quizá el mas importante de todos para poder sobresalir cómo luchador. Ya que si se es un buen técnico, pulcro, llaveador, respetuosos de las reglas, es decir todo “un caballero de los encordados”, la gente lo reconocerá y le brindará los aplausos y lo convertirá en un consentido de la fanaticada.

Si vemos el otro lado de la moneda, hay que ser un buen rudo, salvaje, grosero, irreverente, montonero, hacer caso omiso a las reglas, meterse con el público, burlarse, hacer trampa y hasta quitarle su chela al wey de primera fila para bañar al rival, o sea, convertirse en “un hijo de la chingada” para que los conocedores los abucheen y le mienten la madre a cada rato.

Es decir, no importa el tamaño de la arena donde se lucha, ni si se es rudo o técnico, lo que verdaderamente importa es representar bien al personaje para que la gente aplauda o aborrezca al luchador, eso quiere decir que los que están arriba del encordado, realizan bien su trabajo, porque lo fundamental en este deporte es ser tomado en cuenta de alguna forma o de otra, ya sea siendo un héroe o un villano.

Porque si nadie vitorea o le echa porras o nadie manda al carajo a los luchadores, quiere decir que no llaman la atención, que no están representando de manera correcta a sus personajes, independientemente que tengan una preparación excelsa en el arte del llaveo y los lances suicidas.
Si esto sucede lo mejor es cambiar de esquina, tal vez hasta de personaje, pero lo ideal, sería cambiar de actitud y transformarse, fusionarse luchador y personaje para atraer las miradas, provocar los aplausos o el enojo del público conocedor.

En resumen, es por ello que afirmo que la lucha libre mexicana es realidad y fantasía al mismo tiempo. La preparación, el entrenamiento, los golpes, las llaves, las rivalidades, son totalmente verdaderas, al fin y al cabo es una competencia donde el objetivo es ser mejor que el otro y derrotarlo basándose en los conocimientos luchìsticos adquiridos durante los años de gimnasio.

La fantasía surge cuando uno acude a una arena y se transporta a un planeta distinto, las mascaras y cabelleras se hacen presentes, dioses, seres mitológicos, criaturas de ultratumba, entes celestiales, personajes históricos, animales y fuerzas de la naturaleza se enfrentan entre sí para ser el mejor y obtener la supremacía; he ahí el lado fantástico y único de la lucha libre mexicana.

Deseo les haya gustado mi columna de éste viernes, nos leemos la próxima semana en donde empezaré a platicarles cómo y cuando surge la lucha libre profesional en nuestro país.
Saludos y gracias.



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