Por. José Ángel Garfias Frías
Un año mas, pero no un año
cualquiera, mas bien un año de incertidumbre. Los tan vanagloriados
cambios tecnológicos que se han venido pregonando desde hace más de
veinte años en el libro Ser digital de Nicholas Negroponte y que
dieron como resultado un debate que llevaba el emblema de “las
nuevas tecnologías”, que hoyen día ya son una realidad, y que
nada tienen de nuevas.
Se podría decir que el futuro nos
alcanzó, y no es que no nos hayamos dado cuenta, quizá el futuro no
es tan bonito como lo planteaban las utopías, pero tampoco es tan
horrendo como en las versiones más apocalípticas. Digamos que el
presente es un tanto gris.
Hoy al calor, del presente, la vida nos
ofrece un panorama que si bien se ha podido enfrentar al nivel de
“los fierros”, nos lleva a tener mas cuestionamientos en la parte
social, aquella que implica la economía, los cambios en las
relaciones sociales y el trabajo.
Permítanme remontarme al pasado, en un
año que tuvo un gran encanto, un año en que muchos de ustedes ni
siquiera habían nacido y si lo habían hecho, todavía estaban
chavos. Vamos a hablar de 1999.
Y ahí lo tienen, un año que pasaba en
la UNAN con total incertidumbre, pues una huelga que se había
iniciado en abril, tendría su culminación hasta febrero del año
2000. Yo en el último semestre de CCH, haciendo cabildeo en clases
extramuros para abandonar el CCH y embarcarme en una aventura que no
tenía futuro ni esperanza. Fue difícil decidir qué carrera elegir en
un ambiente así, no recuerdo por qué elegí estudiar ciencias de la
comunicación, pues no había recibido la mejor orientación
vocacional y sólo la relación de la carrera con los medios me
llamaba la atención. Ya desde entonces tenía interés en los
comics, y los videojuegos; y como no había carreras de nada de eso
en la UNAM, prácticamente me dio lo mismo estudiar comunicación, o
diseño gráfico o medicina. Yo me ganaba la vida vendiendo tacos,
así que si no triunfaba, sólo tenía que expandir más el
changarro. Así que elegí comunicación.
Pero en lo que me quiero centrar es en
esas primeras clases que tuvieron lugar en el año 2000, en ese
momento en que conoces a nuevos compañeros que al igual que tú
tienen una razón de ser en la carrera y que en las clases no faltaba
la pregunta del profesor : ¿Por qué estas estudiando comunicación?
Y lo que respondieron los jóvenes del año 2000, según recuerdo fue
lo siguiente.
Un gran puñado de chavos se querían
dedicar a la radio, eran fieles seguidores de estaciones de radio y
había un gusto especial por la música, la carrera de locución se
confundía con la de comunicación y estaban entrenados para seguir a
la gran figura de la Facultad que fue Toño Esquinca como modelo a
seguir. Hoy en día, la radio sigue subsistiendo como lo ha hecho a
lo largo de su historia, siempre amenazada por nuevas tecnologías; y
aún más reducida por la música digital que ha desaparecido a la
par que los mix up. Y difícilmente alguno de mis alumnos menciona que
quiere estudiar comunicación como primera opción.
La gran mayoría veía en el año 2000
a la televisión como el principal medio y el gran anhelo era
integrarse a trabajar en alguna de las dos grandes empresas de
televisión del país. Hoy en día, las televisoras la están pasando
muy mal por la baja de ingresos en publicidad y la competencia de
otros servicios de entretenimiento de audiovisuales. El apagón
analógico y la muerte de Chabelo hace una semana, lo dejaron fuera.
De todos, la televisión es uno de los medios más incierto y también
de los más criticados. Hoy muy pocos ven en la televisión la
estabilidad milenaria que caracterizaba a este medio sólo algunas
décadas atrás.
Y los de cine, que no eran pocos,
siguen siendo un grupo que desde aquellos años ya pintaban como los
grandes intelectualoides de la comunicación. Una oleada de
comunicólogos que eran ávidos consumidores de cine de todo tipo,
desde el llamado cine de arte, hasta el comercial y más. Hoy en día
el cine es una de las carreras más difíciles, y aunque no es una
industria, a nivel nacional, se ha mantenido a flote ofreciendo una
experiencia distinta cuando acudimos a las salas, cada vez de manera
más frecuente. Se han hecho esfuerzos en cine de animación
mexicana, pero nada como para hacer un gran ruido.
Y de repente levantaron la mano los de
los medios impresos. En primer instancia los periodistas que si bien
desde niños pulían su afán por leer y escribir mejor, en esos años
sin duda había una oferta de periódicos más amplia. En la
actualidad los periódicos subsisten de milagro financiados por otros
medios o negocios que los soportan. Diferentes servicios que de
alguna manera hacer de la noticia una mercancía más para consumir.
Y los de revistas que también
escribían sobre diferentes ámbitos. Si bien las revistas manejan
muchos intereses y se dirigen a diferentes públicos, es un género
medio raro que ha subsistido en los milenarios puestos de revistas o
en los locales cerrados, pero las revistas ahí siguen y se sigue
escribiendo en ellas a pesar del daño ecológico.
Y de videojuegos ni hablemos, sólo
había un tipo loco que se la pasaba jugando Game Boy Advance en
clases, que no tenía muchos referentes ni puntos de comparación
sobre lo que esta industria es en la actualidad por su ubicuidad en
diferentes soportes. Hoy en día la sociedad es cada vez más
videojugadora.
En fin, en aquel año, muchas ideas e
intereses, no se mucho sobre lo que pasó con esa generación de
estudiantes que quería trabajar en estos medios; de algunos supe que
lo consiguieron de alguna forma, pero ante los nuevos cambios
tecnológicos a veces los han despedido, y a veces han sobrevivido a
la ola. Esa generación que entró con muchas expectativas al nuevo
milenio, ha desaparecido, se ha mutado o anda vagando por ahí.
Las nuevas generaciones que afrontan
este 2016, tienen a su disposición diferentes medios y formatos aún
por explorar, si bien es difícil trazar una ruta sobre algún lugar o
puesto en el cual trabajar, lo cierto es que lo único que pueden
tener es incertidumbre, y la mejor manera de afrontarla es
preparándose mucho más que como nosotros nos preparamos. Su mundo
es muy distinto al que nos tocó vivir.