domingo, 20 de diciembre de 2015

¿Por qué nos gusta Spiderman?

Por José Ángel Garfias. 



A nadie le gustan los perdedores, pero es porque nadie quiere ser un perdedor. No obstante, sentimos cierta admiración por aquellos perdedores, es especial aquellos que tienen las anécdotas mas tristes y deprimentes, y nos cae mejor ese perdedor si es alguien que supo salir adelante ante la adversidad; si bien no llega a un final feliz, al menos se ha quitado una rayita de perdedor.
Spiderman, nuestro amigable vecino, ha sido nuestro perdedor consentido por más de 50 años, el planteamiento central que tuvo su obra nos presentaba a Peter Parker un chico rodeado de la tragedia: huérfano, debilucho, incapacitado con unas gafas enormes, poco atractivo, retraído y siendo siempre blanco del abuso escolar durante toda su vida, y no es que haya sido la vida más trágica que hayamos conocido, más bien es una historia que raya en lo gris, pues si bien hubo cosas malas también habían cosas buenas como sus tíos adoptivos que en parte servían de catalizador para evitar que se suicidara o respondiera con una conducta agresiva. Hasta ahí la cosa no va más allá de lo que pudieran ser nuestras vidas a veces con altas, a veces con bajas, pero en general ahí la vamos llevando.
La magia del personaje se complementa cuando de repente recibe un regalo del destino, pues de la noche a la mañana se convierte en un superhéroe, con poderes basados en una araña, con todo lo malo que eso implica, pues las arañas son siempre blanco de repulsión y cada que aparece una, dependiendo del tamaño o se le plasta o se le tiene miedo.
El mito se consolida desde el primer número de la historia que le da origen a su carrera de superhéroe, cuando teniendo la posibilidad de detener a un delincuente, peca de egoísta, pues al no detenerlo, pudiendo hacerlo, la consecuencia directa es la muerte del Tío Ben, y el recuerdo de la frase insigne “Con un gran poder hay una gran responsabilidad”.
La muerte del tío Ben nos recuerda que hay perdedores con mucho poder, pues si bien el joven Parker ya tenía dinero, un buen cuerpo y respeto, de lo que se lamentaba era ya no de tener a su tío de vuelta en vida, sino el trauma de haber podido haber hecho algo para evitar su muerte; una desgracia se vive distinta si es un accidente, a poder saber que uno podía haber hecho algo para evitarla.
“Con un gran poder hay una gran responsabilidad” es por sí misma una frase que nos puede llevar a la creación de una religión de seguidores del araña, que bajo ese precepto practican la filosofía de hacer lo correcto en cualquier circunstancia, ya sea en las buenas, ya sea en las malas. Ya sea mientras uno es un pobre diablo, no hacer lo indebido para salir adelante, o ya sea que uno llegue a la cima, conservar la humildad y no caer en la soberbia.
Mientras que otras religiones castigan los excesos y apelan por la vida humilde, donde “solo pobres van al cielo”,; y otras tantas apelan por una vida de desapegos: la hipotética religión del araña habla de conseguir el poder para hacer el bien a los demás. Un asunto que en verdad resulta complejo, pues el poder corrompe y se vuelve una adicción. Todas las historias trágicas de grandeza hablan de un pobre diablo que ante el poder sucumbió y cayó en los excesos que de momento le dieron buena vida, pero siempre un final trágico. La moraleja de ellos sería, “al menos lo disfruté, no me arrepiento de lo que hice, ya que todos vamos a morir”.
Los seguidores del araña no podrían estar de acuerdo con lo anterior, porque hay algo que ronda sus cabezas que no los deja estar en paz, eso que se llama conciencia, sin “s”, la que les permite distinguir entre lo bueno y lo malo, la que para Parker  que se gestó entre esa vida gris, a veces con cosas buenas o malas. Spiderman a lo mejor caería en la tentación de disfrutar algo prohibido, pero la conciencia le diría que está mal, mas aún cuando tomaron eso aprovechando su situación de poder.
Los seguidores del araña usan el poder para ayudar a los demás, a veces sus seres queridos, pero también aquellos a los que no conocen. Pero a veces la gente tiene una mala concepción del poder y le tienen repulsión. Dicen por ahí que: “Alguien que tiene tanto dinero no puede ser buena persona”, “Alguien con tantos conocimientos es un presumido”, y “Alguien con tan buenas nalgas debe ser una cualquiera”. El chiste es satanizar el poder sin mirar la forma en que se consiguió. Y a veces el poder que se consigue con mucho esfuerzo es un poder que se valora, y que se usa para el bien común y no el propio. Aunque la genta a veces no lo crea.
Y ese es el drama de Spiderman que nos atrae y nos intriga. Un personaje que con sus defectos trata de hacer lo correcto, pero que al primer error es satanizado, criticado y odiado. Y que la mayoría de las veces debe pasar las tragedias sólo, sin nadie que le pueda ayudar. Pero no puede alejarse de sus deberes, porque esta comprometido con el poder y su uso correcto.

En lo personal, Spiderman ha sido el personaje con el que he crecido toda mi vida, y discúlpenme, no soy creyente de ninguna religión, pero cuando pasa una tragedia en mi vida, de esas, como cuando muere un familiar, sufres un accidente o te deja la novia, mi mente me dice ¿Que haría Spiderman ante esta situación? Y lo primero que llega es la frase célebre que calma mi ira y mi enojo, “Con un gran poder, hay una gran responsabilidad” para no decir algo que hiera más a los demás ante la falta cometida. La responsabilidad de levantarse cada día a hacer el trabajo, porque mucha más gente depende de mí. Y al final recuerdo una escena de un Peter Parker hablando ante la tumba del tío Ben en una noche lluviosa, en una de esas situaciones tan frecuentes donde el mundo se le ha caído encima a pedazos, y le pide un consejo, pues ya nada más falta que lo orine un perro. La respuesta del tío Ben “desde ultratumba” es que pasa un automóvil salpicándolo y cubriéndolo con lodo, a lo que Peter contesta: “muy buena tío Ben, muy buena”, mientras Peter esboza una gran sonrisa con lágrimas, como la que tengo en este momento al escribir estas líneas y recordar que aún se puede reír ante la adversidad. 

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