Nuevamente
los saludo “Finisterrìcolas”, con el placer de escribir acerca
del rudo deporte de las mascaras y las cabelleras. La semana pasada
comentaba acerca de lo fantástico y especial que es introducirse al
mundo de la lucha libre.
¿Pero
por qué pasa esto?
Pues
bien, visto desde un punto de vista científico la lucha libre
mexicana es un fenómeno sociocultural de gran trascendencia y es por esta razón que le dedicamos tiempo para investigar todo lo
relacionado con este rudo pero apasionante deporte.
Para
muchos, las luchas, son tan sólo un desmadre, pero para muchos
conocedores, es sabido que en las arenas de todo el país surgen
personajes que cada semana combaten arriba de los cuadriláteros.
Luchan entre rudos y técnicos, la denominada eterna lucha del bien
contra el mal mencionada en culturas milenarias, es escenificada en
los cuadriláteros, aunque cabe destacar que nuestra lucha es la
única en el mundo donde el mal se enfrenta al mal, el bien al bien,
o el bien se convierte en el mal y viceversa.
La
lucha libre se rodea de situaciones reales y fantásticas, por lo
cual, para la gente que no conoce este deporte, sólo se trata de un
teatro o un circo, muchos creen que los luchadores profesionales
únicamente le hacen a la mamada, piensan que los golpes, llaves y
caídas son falsos, y que los combates son previamente arreglados.
Sin embargo, para el conocedor de este deporte, lo anterior carece de
importancia, la lucha libre es un deporte de interpretación donde lo
que se juzga es el desempeño de los atletas en la representación de
sus personajes, ya que éste último punto es de gran importancia, ya
que sin los personajes, la lucha libre mexicana tal vez no existiría.
Para
conseguir esta labor de convencimiento, el luchador se entrena en el
gimnasio, llevándose unas chingas enormes, (Y vaya que son chingas,
yo lo sé muy bien). El objetivo de los extenuantes entrenamientos es
soportar golpes que podrían causar alguna lesión a quien no tiene
la preparación necesaria. La carrera de un luchador se forma a base
de una estricta disciplina en el manejo de la lucha cuerpo a cuerpo,
llaveo y contrallaveo, los lances, la elasticidad, las pesas y el
manejo de su cuerpo para expresarse ante el público. Pero lo
anterior no lo es todo, hace falta un elemento fundamental, con o sin
máscara de por medio: Desarrollar un personaje.
El
aficionado se emociona con las peligrosas evoluciones, grita, se
angustia, ovaciona o manda al demonio al luchador que no le cae bien
o que no lo satisface con sus evoluciones, sin olvidar que el
espectador también gusta y disfruta de una buena exhibición de
lucha clásica, también llamada a ras de lona, de esta manera el
deporte espectáculo ha permanecido vigente hasta la actualidad, pero
también ha evolucionado, y cosechado una gran cantidad de adeptos no
solo en México sino en todo el mundo.
Pero
vale la pena mencionar, que además del gimnasio y la preparación;
el luchador se construye con un aspecto carnavalesco y simbólico que
adhiere un halo mágico y fantástico a la lucha libre mexicana en
particular. Todo esto se manifiesta en las máscaras, en las
vestimentas, en el porte, los gestos y el misterio de un luchador que
interpreta a un personaje mítico. Ellos, los luchadores, se
convierten en los héroes del público que asiste a las arenas y que
es testigo de cómo se van desarrollando estas trayectorias, donde un
muchacho del gimnasio se vuelve el ídolo de la multitud.
La
lucha libre mexicana es entonces un fenómeno que se desarrolla como
práctica social donde afloran muchas ideas, valores y sentimientos
con los que mucha gente resulta impactada tras asistir a las
funciones de lucha libre.
Muchas
veces la lucha se centra en la construcción del personaje para
presentarse en los encordados, así que el ser luchador no sólo
consiste en entrenar, prepararse, aprobar el examen para obtener una
licencia y subirse a un ring a madrearse al contrincante, es más que
eso, el luchador surge gracias a que el aficionado que acude a las
arenas de lucha cree en lo que está viendo y cree en los personajes.
Entonces,
la lucha libre es real, en sus entrenamientos, en la preparación que
exige, en el saber aplicar llaves y zafarse de ellas, es verdadera en
los lances suicidas y espectaculares, en los combates, golpes,
caídas, odios, rivalidades, en la competencia deportiva, en las
luchas de apuestas y la vez es fantasía, porque se desarrolla en un
entorno diferente y lejano a nuestras civilizaciones, entrar a una
arena de lucha es cómo llegar a “Oz”, a “Nunca Jamás” o a
“La Tierra Media”. Es transportarse a ese mundo utópico donde el
luchador debe de tener una doble personalidad y hasta tener una
excelente capacidad histriónica para representar de manera fidedigna
su personaje, transformarse en otro ser, en un ente mitológico,
fuerte y poderoso capaz de derrotar a sus oponentes y a la vez
agradar al publico, o en su defecto ganarse el odio y el abucheo del
aficionado. Doble tarea para el luchador.
Éste
ultimo aspecto es quizá el mas importante de todos para poder
sobresalir cómo luchador. Ya que si se es un buen técnico, pulcro,
llaveador, respetuosos de las reglas, es decir todo “un caballero
de los encordados”, la gente lo reconocerá y le brindará los
aplausos y lo convertirá en un consentido de la fanaticada.
Si
vemos el otro lado de la moneda, hay que ser un buen rudo, salvaje,
grosero, irreverente, montonero, hacer caso omiso a las reglas,
meterse con el público, burlarse, hacer trampa y hasta quitarle su
chela al wey de primera fila para bañar al rival, o sea,
convertirse en “un hijo de la chingada” para que los conocedores
los abucheen y le mienten la madre a cada rato.
Es
decir, no importa el tamaño de la arena donde se lucha, ni si se es
rudo o técnico, lo que verdaderamente importa es representar bien al
personaje para que la gente aplauda o aborrezca al luchador, eso
quiere decir que los que están arriba del encordado, realizan bien
su trabajo, porque lo fundamental en este deporte es ser tomado en
cuenta de alguna forma o de otra, ya sea siendo un héroe o un
villano.
Porque
si nadie vitorea o le echa porras o nadie manda al carajo a los
luchadores, quiere decir que no llaman la atención, que no están
representando de manera correcta a sus personajes, independientemente
que tengan una preparación excelsa en el arte del llaveo y los
lances suicidas.
Si
esto sucede lo mejor es cambiar de esquina, tal vez hasta de
personaje, pero lo ideal, sería cambiar de actitud y transformarse,
fusionarse luchador y personaje para atraer las miradas, provocar los
aplausos o el enojo del público conocedor.
En
resumen, es por ello que afirmo que la lucha libre mexicana es
realidad y fantasía al mismo tiempo. La preparación, el
entrenamiento, los golpes, las llaves, las rivalidades, son
totalmente verdaderas, al fin y al cabo es una competencia donde el
objetivo es ser mejor que el otro y derrotarlo basándose en los
conocimientos luchìsticos adquiridos durante los años de gimnasio.
La
fantasía surge cuando uno acude a una arena y se transporta a un
planeta distinto, las mascaras y cabelleras se hacen presentes,
dioses, seres mitológicos, criaturas de ultratumba, entes
celestiales, personajes históricos, animales y fuerzas de la
naturaleza se enfrentan entre sí para ser el mejor y obtener la
supremacía; he
ahí el lado fantástico y único de la lucha libre mexicana.
Deseo
les haya gustado mi columna de éste viernes, nos leemos la próxima
semana en donde empezaré a platicarles cómo y cuando surge la lucha
libre profesional en nuestro país.
Saludos
y gracias.
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