Saludos “Finisterrícolas”, es un
placer estar aquí y ahora, iniciando un nuevo año escribiendo algo
acerca de unas de nuestras líneas de investigación que manejamos en
“La Finisterra”…
La Lucha Libre Mexicana.
“El deporte espectáculo”, “el
arte del Pancracio”, “el deporte del costalazo”, en fin, son
tan solo algunos de los nombres con los que nos referimos a “las
luchas”.
El simple hecho de acudir a una arena
de lucha libre es transportarse a un mundo fantástico, donde todo el
ambiente y los personajes que son participes de éste, se vuelven un
elemento fundamental para el desarrollo de ese mágico ritual llamado
“Lucha libre”.
Desde el momento que el aficionado se
acerca a las inmediaciones de una arena y ve el montón de gente
caminando y curioseando, observa las mascaras, camisetas, figuras,
cachuchas y gran variedad de artículos a la venta, se da cuenta que
empieza a entrar en otra dimensión; adquiere un boleto y no puede
faltar una revisada junto con una buena manoseada, quesque para
verificar que no estés armado o introduzcas bebidas alcohólicas, el
aficionado ya esta impaciente por ocupar su asiento. Al estar
instalado, puedes ver y escuchar a los vendedores de tortas, chelas,
refrescos, mascaras y todo tipo de botanas para alimentarse no muy
sanamente mientras observas el desempeño de los modernos
gladiadores. ¿y a quien demonios le importa si la alimentación es
sana o no?
¡Estamos en las Luchas! Eso es lo que
verdaderamente importa.
Por fin, empieza la música y las
buenísimas edecanes que engalanan el evento bailando
cadenciosamente; ¡Total! Un taco de ojo no le hace daño a nadie. La
voz del anunciador nos indica que alguien esta a punto de aparecer
por el pasillo y su descripción del luchador en turno mas bien
parece la de un Dios, la de un ser superior que viene dispuesto a
todo con tal de derrotar a su adversario, pero sobre todo lo que más
desea es agradar al publico asistente, ya que sin publico no habría
lucha libre.
La lucha libre mexicana como tal y el
encuentro entre rudos y técnicos, no es otra cosa más que la fiel
representación de la eterna lucha entre el bien y el mal, presente
en todas las culturas milenarias de la humanidad.
Esta escenificación de buenos y malos,
la cual siempre ha estado presente en diferentes disciplinas,
relatos, medios y soportes, se sigue dando hasta hoy, donde los
aficionados que acuden a las arenas van dispuestos a pasar un buen
rato, a divertirse y a olvidarse durante algunas horas de las
presiones cotidianas y de los chingaos problemas. Quien acude a las
luchas, bien sabe que es un deporte donde se toma partido,
decantándose por el técnico o por el rudo. Cuando los luchadores
aparecen en escena, tanto los hombres y mujeres que están en la
lona, como los que están en las gradas, sufren una transformación
por el combate, los gritos de apoyo o descalificación se dan de
acuerdo a lo que pasa en el ring.
Los técnicos, como se denomina a los
luchadores que se desempeñan de acuerdo a las reglas, así como con
una pulida elegancia en la aplicación de castigos y movimientos, son
considerados los bienhechores, desde su imagen deben ser limpios, y
su personalidad, seria y respetuosa, los avala. Contrariamente a los
rudos, que se les identifica por sus artimañas utilizadas para
vencer al rival haciendo caso omiso de las reglas, de accionar más
grotesco y salvaje, de personalidad agresiva y grosera, pero no por
ello sin carecer de técnica o del conocimiento del llaveo. Aunque
sus nombres, equipos y personalidad denotan su carácter de rufianes.
Los limpios son los que reciben, en la
mayoría de las ocasiones los aplausos y las ovaciones por sus
perfectas ejecuciones. Los rudos son los odiados, los repudiados y
abucheados, son los que se llevan las mentadas de madre, pero esta
reacción del público hacia ellos es como un triunfo, ya que un buen
rudo es el que se da a odiar y el que hace rabiar al espectador; y no
en pocas ocasiones es ovacionado por sus canalladas.
La gente identifica a primera vista
sobre el ring al rudo y al técnico. El rudo ignora los
protocolos y hasta las mismas reglas, ataca al enemigo en turno y se
dejan llevar por sus impulsos, mientras que el científico debe
asumir el rol de la justicia, de lo bueno y de la rectitud arriba del
encordado a pesar del abuso.
Cabe destacar que nuestra lucha libre
posee un par de elementos muy propios y característicos, y que rudos
y técnicos utilizan por igual y que con el paso del tiempo se han
transformado en símbolos de poderío y supremacía: La mascara y la
cabellera.
Son elementos de tal trascendencia, que
se apuestan cuando una rivalidad ha llegado al límite. Ya sea una
lucha máscara contra máscara, cabellera contra cabellera o máscara
contra cabellera, resulta mas emocionante y mórbida que una
encuentro normal sin nada de por medio o incluso más interesante que
una lucha por un campeonato.
Poco a poco iremos adentrándonos en
este mágico mundo, explicando como es que la lucha libre llega a
nuestro país hace varias décadas y como es que se vuelve tan
nuestra, seguiremos su desarrollo, que ya es parte de la historia de
México, conoceremos a muchos de sus máximos exponentes y también
conoceremos el porque surgen y se le da tanto valor a la mascara en
la lucha mexicana.
Me despido por ahora, feliz de
compartir éste espacio con ustedes e iniciando un nuevo año, y a
la vez con sentimientos encontrados, ya que hace apenas unos días,
el 16 de diciembre de 2015 falleció uno de las figuras mas grandes
que ha dado la lucha libre mexicana: Lizmark “El Geniecillo Azul”
a los 66 años de edad. Una gran perdida para la familia luchìstica,
pero su legado perdurara; Descanse en paz.
Por ultimo y hablando de las luchas
“máscara contra máscara” comparto la reseña de una de las màs
significativas que se han dado hasta nuestros días. Espero que sea
de su agrado.
7 de noviembre de 1952
“Santo vs Black Shadow”
Hasta la próxima,
¡Feliz año nuevo 2016!
y…
¡¡¡¡Arriba los rudooos!!!
“THE BLACK SHADOW
PERDIÓ SU INCÓGNITA”
Tomado de: Meráz, Leopoldo. Luna
Cornea. Consejo Nacional para la Cultura y las Artes. Número 27.
2004. Fragmentos de la nota periodística aparecida en la revista
Clinch, num. 35, 15 de noviembre de 1952, pags. 29-32.
Black Shadow había
perdido ya la lucha y el propio Santo quería
quitarle la máscara. Blue Demon interviene. Hay
un mare mágnum.
La lucha del viernes pasado en la arena
Coliseo registró entrada récord en los anales, pero para el Santo
sólo fue “una lucha más” y para The Black Shadow el
derrumbe de la incógnita. El morbo del juego de máscaras que dos
tipos han hechos célebres –clásico Juan Pérez en la vida real-
congregó a una clientela sedienta de fuertes emociones, esperando
ver algo insólito y el vaticinio general se cumplió.
El Santo fue un demonio en el
final. No hubo nada raro. El Santo varias veces había
expuesto la máscara de plata y la había conservado porque es coloso
en estos choques, y aunque en esta vez The Black Shadow estuvo
a la altura del titán, sus esfuerzos se estrellaron ante el hombre
de más experiencia.
¿Fue esta lucha histórica?
Desde el punto de vista del gran número
de espectadores, pasa la batalla como una de las más interesantes.
En la Coliseo se apretujaron más de doce mil almas –como sardinas
en lata- y en los aparatos de televisión el número fue fantástico.
Por lo demás, la contienda sólo tuvo de notable la tercera caída
que fue muy reñida.
Cuando las tres palmadas del réferi
decretaron la derrota de The Black Shadow, el Santo
emergió poderoso en un clima de interés que reinaba en la Coliseo
por ver sin capucha a Shadow.
El Santo tuvo hasta la gitanería
de querer ser quién le desamarrara el manto, pero Blue Demon
“repelió” el ataque. Insistió el Santo y The Black
Shadow golpeó al enemigo y lo hecho fuera del ring. Después con
una elegancia de ceremonia la máscara cayó y la cara presentó un
aspecto joven, abundante cabellera negra, espesas cejas, facciones
toscas y mirada profunda. Es de León, Guanajuato, y su nombre es:
Alejandro Cruz (¡Qué descubrimiento!).
The Black Shadow fue el primero
que hizo su aparición en el ring. Lució la bata negra con destellos
de color solferino y la interrogación que lucía en la espalda
parecía la tragedia. Le acompañaba en calidad de second su
hermano The Blue Demon. Después hizo su entrada El Santo,
todo de plata “envolviendo con su personalidad el ambiente”
ayudado por Dick Medrano.
El combate empezó limpio, pero después
se volvió explosivo. El Santo al final le ganó el acto
tirándole fuera del ring, azotándole contra los soportes de las
cuerdas y le recibía con topes. El castigo fue intenso. El árbitro
Urdí Blancarte acabó contándole los tres segundos.
Blue Demon desesperado en el
intermedio, dio vida a su hermano y aunque para la segunda caída el
Santo dominó en un principio, “el gladiador de chicle”
respondió con golpes y le colocó un tirabuzón que aguantó el
Santo estoicamente. Siguió la pelea con dominio alterno, hubo
cambios de golpes, pero The Black Shadow se veía más entero,
con más elasticidad, y en cambio, el Santo acusaba los
efectos del tirabuzón. Le dio unos topes el Santo en un
momento, pero Black lo levantó en un azotón de órdago.
Intentó el Santo ligar un rally y al correr éste en busca de
su enemigo The Black Shadow se tendió e hizo irrupción
majestuosamente; ¡El tope de propulsión!, dejando tendido al Santo
“frío como muerto”.
El drama necesariamente tenía que
ser en tres caídas.
La tercera caída fue la mejor. Se
luchó denodadamente y las llaves fueron de muerte. Resistieron tanto
que parecía que el cuerpo estaba envuelto en traje de granito de
cada uno de los contendientes. Un cangrejo parecía dejar sin espina
dorsal a el Santo, y The Black Shadow insistía
fuertemente. El Santo aplicó la llave que inventó Gori
Guerrero “a caballo”, pero que Black quebró para
dar margen a una angustiosa competencia.
El mismo Black después se
refugió en las cuerdas ante el cangrejo del Santo, y hubo
topes y golpes, una salida del ring de Shadow al fallar el
tope de propulsión, que volvió hasta la cuenta de dieciocho y
dictaminó su derrota. El Santo vio la oportunidad y propinó
golpes a granel, luego unas tijeras voladoras de antología y una
“rana” de lo más perfecta y espectacular.
Urdí Blancarte contó los tres
segundos. Y el Santo conservó su misterio denso de más de
diez años, mientras The Black Shadow corría el velo
desdoblando su personalidad para dar así nacimiento al gladiador
Alejandro Cruz, de León, Guanajuato…
La velada fue completísima, y la gente
salió hablando de quién es The Black Shadow, mientras el
Santo continúa conservando su incógnita, “símbolo de
misterio y admiración”.
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