Por: Alberto Alejandro Meza.
Pues
ya es viernes y hoy le toca a la lucha libre. Es un placer saludarlos
nuevamente y de igual forma un gusto seguir escribiendo acerca del
rudo deporte de las máscaras y las cabelleras. Ya he comentado el
porqué el simple hecho de asistir a las luchas nos transporta a un
mundo distinto y distante, a un mundo mágico, donde dioses,
guerreros, seres de ultratumba, entes celestiales, criaturas
mitológicas, animales, fuerzas de la naturaleza y cuerpos del cosmos
se materializan arriba de un ring y se enfrentan entre si para
demostrarle a sus contrincantes y sobre todo al aficionado quien es
el mejor.
Técnicos
y rudos, mascaras y cabelleras, llaves y contrallaves, lances
espectaculares y hasta suicidas… La eterna lucha entre el bien y el
mal sigue vigente hasta nuestros días arriba del encordado de 6 x 6.
De
igual manera ya he platicado porque la lucha libre mexicana es
realidad y fantasía a la vez… realidad por los extenuantes y
agotadores entrenamientos que debe de tener cómo preparación un
luchador profesional y fantasía para desarrollar una doble
personalidad y tener una capacidad histriónica impecable para dar
vida a un personaje que se enfrentara no sólo a sus rivales en
turno, también a un publico conocedor y exigente que lo aplaudirá o
que le mentara la madre si desempeña bien su trabajo arriba del
cuadrilátero.
Ya
hemos viajado al pasado, a la Grecia antigua, cuando se luchaba
encuerado, cuando Platón era luchador, ahora sabemos cómo la lucha
fue adoptada y fusionada con otras culturas de antaño, “el
principio de la no resistencia”, básico para la evolución y el
entendimiento de la lucha libre del siglo XX y ahora sabemos cómo
con el correr de los años la lucha llega a nuestro país y aquí se
convierte en una gran atracción y un excelente negocio. Todos
querían ver a los luchadores profesionales madrearse entre si y no a
los pendejos del publico.
Es
así que no podemos dejar de mencionar a un personaje muy importante
dentro de la historia de la lucha libe de nuestro país: Salvador
Lutteroth González.
A
continuación su biografía y cómo profesionaliza la lucha libre.
En
la década de los treinta surge la visión que conjunta el negocio
con la seriedad de una empresa para que la lucha libre lograra su
verdadero arraigo y constancia. El hecho implicó contratar y
preparar a luchadores mexicanos, hacer programas combinándolos con
extranjeros, convocar y organizar los primeros campeonatos nacionales
para seguir con los mundiales, disputados por los atletas que se
forjaban ya en territorio nacional. Es decir ya existían infinidad
de cuestiones mercado lógicas necesarias par arrancar todo negocio,
al principio fue un desmadre, pero todo se fue acomodando para dar
paso al deporte-espectáculo.
Salvador
Lutteroth González nació el 21 de marzo de 1897 en Colotlán,
Jalisco. Llegó a la ciudad de México y se inscribió en la escuela
Fray Bartolomé de las Casas en el año de 1907. Su padre muere el 16
de septiembre de 1910 y Lutteroth se vio obligado a buscar trabajo
con sólo trece años de edad. (Muy chavo).
Su
primer empleo lo obtuvo en un taller de rotograbado en donde
trabajaba durante el período vacacional otorgado por la escuela,
poco tiempo después a los 17 años de edad, se presentó ante el
General de División Lorenzo Muñoz Merino, Jefe de la Escolta del
General Álvaro Obregón; para ingresar al movimiento armado de la
Revolución Mexicana. Tomó parte en varios combates, donde fue
promovido de Subteniente a Teniente hasta llegar al grado de Capitán
Segundo y en 1923, fue ascendido al grado de Capitán Primero.(Quien
su hubiera imaginado que Lutteroth antes de entrar a la lucha
libre anduvo en la lucha armada).
El
8 de abril de 1924 contrajo matrimonio con Armida Camou, y una vez
casado, pidió licencia ilimitada con el ejército y desde 1924 a
1931 trabajó como inspector en Hacienda. Un hecho clave en su vida
se da en 1929 cuando presenció un encuentro de lucha libre en el
Liberty Hall en El Paso Texas y la imagen de uno de los
gladiadores que tuvo oportunidad de ver quedó muy grabada en su
memoria, fue la de un luchador griego llamado Gus Papas.
(Pinche nombre cagado, pero a Lutteroth le gusto el quehacer
luchìstico del gladiador del griego).
Para
en 1931 vino un cese general de inspectores de Hacienda, es decir lo
corrieron, por lo que tuvo que buscar nuevos horizontes para sus
actividades y así decide establecer una fábrica de muebles donde
obtuvo un capital para invertirlo después junto a Francisco Ahumada
(otro importante personaje en esta historia), con quien crearía una
empresa para implantar de manera constante la lucha libre en México.
En
esos días la Arena Modelo se encontraba prácticamente
desmantelada, Lutteroth se puso en contacto con Víctor Manuel
Castillo que era el propietario de dicho local y logra que le rente
el inmueble, el cual se tenía que remodelar casi en su totalidad.
Entonces
llega la fecha que marcaría para siempre la el inicio de la historia
de la lucha libre profesional en México:
El
21 de septiembre de 1933, las calles de Dr. Lucio y Dr. Lavista se
convierten en la sede de la famosa Arena México, bautizada
como “la catedral de la lucha libre”. En el programa inaugural
se presentaron Yaqui Joe contra Bobby Sampson, Chino
Achiú ante Ciclón Mc Key, Antonio Rubio era
adversario de Jesús Castillo y Flamarion hacía frente
a Pavia. (Cabe mencionar que la mayoría de los luchadores de
aquellos días, no utilizaban una mascara y se presentaban con sus
nombre reales o “de pila”).
Los
mexicanos que participaron en ésta primera función habían salido
de la escuela del profesor Gonzalo Avendaño, que se encontraba en el
gimnasio de la misma arena. Por lo tanto la naciente Arena México ya
contaba con un centro de entrenamiento para formar a sus futuros
luchadores y por decirlo de alguna forma “Hechos en México”.
Poco
después, Lutteroth ganó un premio de la Lotería Nacional,
(suertudote el hombre).Dicho sorteo se efectuó coincidentemente
cuando se celebraba el primer aniversario de la instauración de la
lucha libre en México:
Durante
la tarde 21 de septiembre de 1934, Salvador Lutteroth, compró el
billete marcado con el número 4242, y en la noche al efectuarse el
sorteo, el cachito que había adquirido, resultó con un premio de 40
mil pesos, mismos que sirvieron para invertir y dar más promoción a
su empresa.
Diez
años después de tener su primer recinto, Lutteroth emprendió la
tarea de construir un espacio propio, La Arena Coliseo,
inaugurada el 2 de abril de 1943 en la zona de los barrios de La
Lagunilla y Tepito, colonias de gran tradición popular. Ubicada en
la calle República del Perú, tiene aforo para ocho mil personas en
un espacio de 1,130 metros cuadrados, el cual por su tipo de
construcción y capacidad, se ganó el sobrenombre de Embudo
Coliseino. Mientras que en la México se probaba el
carisma y la capacidad del luchador, la Coliseo se convirtió
en la denominada prueba de fuego de aceptación del público, ya que
los gladiadores deben convencer a los numerosos aficionados
originarios de los barrios más bravos de la capital mexicana. (Hasta
la fecha eso sigue sucediendo, esta cabròn que la gente que asista a
la Coliseo acepte a los luchadores novatos, por eso su
preparación en el gimnasio y el desarrollo e interpretación de sus
personajes tiene que ser cada día mejor).
Aquél
2 de abril del 43, la Coliseo abrió sus puertas con un
espléndido cartel, en el que se dieron cita Carlos El Tarzàn
López, quién luchó por el campeonato mundial de peso medio contra
el Santo, encuentro en donde fue derrotado El Enmascarado
de Plata en dos caídas al hilo (increíble pero cierto). Se
enfrentaron también Bobby Arreola contra Black Guzmán
(hermano mayor de El Santo)y Cow Boy Murphy se enfrentó
a Jack O`brien.
La
Arena Coliseo y sus ocho mil localidades en unos cuantos años
fueron insuficientes, mucha gente quedó fuera en la lucha de
máscaras entre Black Shadow y el Santo en 1952, por
lo que se requirió pensar en un espacio más grande, es así como el
día 7 de octubre de 1954 se despidió la antigua Arena México,
iniciándose casi de manera inmediata las construcciones para dar
vida a un local más grande, asentado en una superficie de 12,500
metros cuadrados y cuya capacidad seria de 17,678 aficionados, que a
la que podemos asistir hoy en día.
El
27 de abril de 1956 se declaró inaugurada La Nueva Arena México
en diarios de la época, la noticia se anunciaba así:
“Por
hoy se abrirán las puertas de la majestuosa Arena México, que será
un motivo de orgullo para el México Deportivo… será uno de los
mejores locales para espectáculos bajo techo que haya en el mundo
entero. Con capacidad cercana a los 20, mil espectadores, La Nueva
Arena México fue construida aprovechando los últimos adelantos
técnicos en la materia y puede asegurarse que todas las localidades
estarán aglomeradas”. ( Fragmento de la nota aparecida en el
periódico Esto, el 27 de abril de
1956.)
En
esta función intervinieron gladiadores de la talla del Santo,
El Médico Asesino, Rolando Vera, Blue Demon, El
Gladiador, Bobby Bonales, Gorilita Flores,
etc.(y ya podemos observar que hay enmascarados).
En
esta etapa, dejaron huella muchos luchadores como Cesáreo
Manríquez, mejor conocido como El Médico Asesino, un
gran y despiadado rudo que trascendió por su quehacer luchístico.
Debutó con este nombre el 9 de febrero de 1952 haciendo equipo con
Wolf Rubinski, derrotando a Enrique Llanes y a la
Tonina Jackson, triunfo que lo convirtió en una estrella de
la lucha libre televisada de 1952 a 1955.
El
atuendo del Médico Asesino fue cambiando con el tiempo hasta
llegar al de color blanco y con el que hizo importantes equipos con
El Carnicero Butcher, El Espectro y El Bulldog.
“El
Médico Asesino también es recordado por ser el primer
luchador que se hacía acompañar de una atractiva mujer arriba del
ring: La enfermera del Médico Asesino, actuación que no era
bien vista por algunos. Tiempo después la mujer, fue reemplazada por
una nueva figura que acompañaría al Médico Asesino durante
mucho tiempo: El Enfermero, con quien haría una famosa
pareja” (Revista Grandes Figuras de la Lucha Libre, Número
8, febrero de 2008, página 42.)
Da
inicio así a la época moderna de la lucha libre en México o
también denominada época de oro, bajo la rúbrica de la
Empresa Mexicana de Lucha Libre (EMLL). El auge que
tuvo en ese momento fue impresionante y durante los años 60 y 70
surgieron infinidad de luchadores estrellas. Algunas de las figuras
más sobresalientes en la Empresa Mexicana de Lucha Libre
fueron: El Santo, Blue Demon, Black Shadow, El
Médico Asesino, Murciélago Velázquez, Gori Guerrero,
Tarzán López, Rayo de Jalisco, Los Hermanos
Espanto, Huracán Ramírez, El Solitario, El
Espectro, Dr. Wagner, Ángel Blanco, Ray
Mendoza, Dorrell Dixon, El Enfermero, Jack
O`Brien, Cavernario Galindo, etc.
La
EMLL se distinguió porque cada uno de los gladiadores hacía
gala de una excelente lucha técnica, o sea que eran unos chingones,
dedicados siempre al perfeccionamiento en el rendimiento deportivo,
que es parte de la tradición de la actual lucha libre de esta
empresa que la llevó como monopolio luchístico hasta la década de
los setenta.
Y
bien, me parece que son los datos, la fechas y los nombres más
importantes de este relato acerca de Salvador Lutteroth González
y de cómo gracias a su visión emprendedora y al varo que invirtió,
existe la lucha libre hasta nuestros días.
Espero
haya sido de su agrado, ya que no podemos dejar de mencionar a éste
ilustre personaje.
Ahora
bien, seguiremos escarbando en la historia de la lucha libre
mexicana, y es turno de indagar acerca de un elemento fundamental de
nuestro “deporte del costalazo”, elemento de suma importancia y
que sin él, nuestra lucha no sería la misma, es más, tal vez, sin
su existencia y al gran valor simbólico que ha adquirido, la lucha
libre en México ya hasta habría desaparecido: La Máscara.
¿Quiénes
fueron los primeros enmascarados en México? ¿Por qué decidieron
cubrir sus rostros para luchar? ¿Por qué adoptaron un sobrenombre
al no mostrar su cara? ¿Qué hace que la máscara se vuelva tan
importante y se apueste cuando una rivalidad llega al lìmite?
Las
respuestas a estas interrogantes las conoceremos el próximo viernes,
así que no se pierdan mi columna y por supuesto el contenido
completo de “La Finisterra”.
Gracias
por leerme y… ¡Arriba los rudos!
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